Todo por un Selfie

El otro día en la televisión, concretamente en un telediario, salió un video realmente curioso. Se desarrollaba durante el paso del huracán por Puerto Rico. Un idiota, por llamarlo de alguna manera, grababa con su móvil como la corriente de un rio arrastraba a una persona, mientras una persona le recriminaba que dejara el móvil y le ayudara.

Ya sabéis si me habéis leído con anterioridad que considero al ser humano (entre los que me incluyo) como una de las especies más absurdas y destructivas que han poblado y pueblan este planeta, capaces de seguir las directrices y sinrazones que nos marca cualquier mindundi sin cuestionarnos absolutamente nada aunque puedan llevarnos a nuestra propia autodestrucción, pero no de guiarnos por una mínima racionalidad o sentido común.

Y es que cada semana nos superamos. Todos los días aparece en la prensa alguna actitud cuando menos merecedora de una grandísima colleja. Esta vez se trata de nutrido grupo de excursionistas que, por mala suerte (para el oso), se encontraron con un oso pardo en las montañas del norte de León. Lejos de asustarse o de actuar con una mínima cautela como puede mandar el sentido común, ante un animal salvaje de gran tamaño, estas personas se acercaron a hostigar y perseguir al pobre oso con el fin de hacerse una foto con él. ¡Los selfies acabarán con la humanidad ya veréis!

Si al oso le da por seguir sus instintos y se revuelve para atacar a los descerebrados, estaríamos hablando de un animal salvaje que había atacado a un grupo de excursionistas y ya tendríamos lio y seguro algunos imbéciles muertos. Pero hasta el oso, seguramente afectado también por la globalización y el cambio climático, estaba un poco pallá y contranatura, al verse acorralado, en vez de enfrentarse a sus adversarios solo trató de huir. Un claro ejemplo de merecedores de una colleja, de las buenas, de las que escuecen un par de días.

Y es que vivimos en un mundo donde, para mucha gente, lo más importante es tener miles de amigos en Facebook (aunque no conozcas a ninguno), o millones de seguidores en instagram que siguen tus aventuras y desventuras (“Hoy hemos perseguido a un oso para hacernos un selfie”) y que nos obligan a adoptar una pose (totalmente ajena a la realidad en la mayoría de las ocasiones) y a vivir esclavizados en un mundo virtual donde nada es verdadero, todo está falseado y nuestras acciones, buenas o malas, se pueden borrar con un click.

Y el problema viene cuando una gran cantidad de gente de toda raza, religión y sexo empieza a no ser de capaz de discernir entre su maravilloso mundo virtual (donde se es el p. amo) y el mundo real y sus complejas vicisitudes, comportándose y actuando de la misma manera en ambos escenarios, y sin tener en cuenta que las consecuencias de los mismos actos no son las mismas en esos dos universos distintos.

Y claro luego viene cuando el oso ataca y no podemos dar “control+alt+suprimir” para evitarlo.